En el camino que a diario se emprende
tenemos compañeros inseparables:
la sonrisa, la mirada y la palabra.
Con matices bien utilizados
se puede forjar la alegría
o provocar la desgracia.
Es cuestión de decidir la dirección:
dirigir la actitud hacia la bondad
o recrearse en la perversidad.
Libre albedrío ¿verdad?