
El mar le devuelve a la orilla de mi evocación.
Le veo cada anochecida
y en todo amanecer,
de pie, frente al mar que tanto amaba
fijando en el horizonte su noble mirada
de varón de sienes plateadas.
Lanzando al tesoro de agua
su anzuelo argentado para cautivar
los danzantes de ritmos hechiceros
que agasajan a Neptuno
sobre el delicado encaje del oleaje.
¡Padre mío!
Cómo te extrañan mis células,
prosecución de las tuyas,
cómo gime mi corazón
por tu amarga ausencia.
Contemplo la mar
cual vientre materno y generoso
que te cobija
y te reconozco en tu paraíso.
El mar y tú
parejos, complementarios
infinitos y eternos.
Tú y yo
y mi inevitable dolor.
Le veo cada anochecida
y en todo amanecer,
de pie, frente al mar que tanto amaba
fijando en el horizonte su noble mirada
de varón de sienes plateadas.
Lanzando al tesoro de agua
su anzuelo argentado para cautivar
los danzantes de ritmos hechiceros
que agasajan a Neptuno
sobre el delicado encaje del oleaje.
¡Padre mío!
Cómo te extrañan mis células,
prosecución de las tuyas,
cómo gime mi corazón
por tu amarga ausencia.
Contemplo la mar
cual vientre materno y generoso
que te cobija
y te reconozco en tu paraíso.
El mar y tú
parejos, complementarios
infinitos y eternos.
Tú y yo
y mi inevitable dolor.