Hoy
he dado un largo paseo hasta el espigón, el lugar donde el río Segura desemboca
en el Mar Mediterráneo.
De
modo sosegado, sin estruendo ni euforia, las aguas realizan la traslación
catártica que les sumerge en el infinito marino, como quien se sabe abocado a
un destino inevitable.
Una
sirena que jugaba entre los enormes farallones del espigón me ha contado que el
río sigue su curso en el abismo marino, paralelo a la costa guardamarenca y que su agua dulce es como ambrosías para
las nereidas, náyades y hespéridas, que llegan de todos los mares lejanos para
refocilarse en ella y que incluso Neptuno ha instalado aquí su residencia de
verano.
Palingenesia XXVI ^mtlopez^