El mayor placer del verano
es reunir
a la familia
bajo el mismo techo.
Recorro la casa
en el silencio de la
madrugada
y escucho las respiraciones
tranquilas de mis hijos,
inmersos en la
placidez del sueño.
Y regreso a su infancia…
y los
recuerdos se me amontonan
como granos de arena,
saltan alegres como las olas,
embisten mi corazón como una marejada.
Vuelvo a pedir a Dios,
como siempre,
como cada día,
que les guarde en salud y felicidad.
Amén.