Entre mis tareas
diarias marcadas por cierto orden de horario, necesidad, inspiración y pericia,
miro hacia afuera y me siento a cavilar unos instantes.
No importa en qué
lugar me encuentre: los días están llenos de factores
triviales pero cargados de fascinación, horas llenas de vida, minutos repletos de diminutas historias que piden ser escritas y
que voy elaborando entre la colada y el asado de verduras.
Rutina
no es sinónimo de aburrido.