Escribo, luego vivo

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VERGEL DE LA PALABRA

UNIVERSO MÁGICO DONDE LOS VOCABLOS ESTÁN HECHIZADOS




martes, 23 de julio de 2013

De nostalgias


Me gusta, de cuando en cuando,
repasar mi biblioteca, otear entre sus lomos
y sacudir páginas viejas para rememorar
el tiempo de lectura demorado entre ellas
y las vivencias en aquellas horas pasadas.

Comencé a leer Océano,
primer volumen de la trilogía Marandentro
de Vázquez Figueroa, el 5 de octubre de 1993
y terminé las tres novelas el 20 de noviembre de 1993.
Sin apenas fijarme en las fechas, ¡qué veinte años no es nada!
he comenzado a leerla el 30 de junio de 2013
y la he terminado el 17 de julio de 2013.

Me ha emocionado recordar
mi vida en aquellos días del pasado,
situarme en mi trabajo y mi familia,
comprobar con cierto desaliento
que he vivido veinte años, si,
pero que han pasado como
el soplo de una brisa cálida,
mis hijos eran pequeños y yo era joven,
con toda la vida por delante,
con tantos sueños e ilusiones
que ahora, veinte años después,
realizados unos, inacabados otros
e imposibles los más.
Es una suerte poder volver la vista atrás,
suspirar con nostalgia,
sonreír con una leve tristeza,
llorar agradeciendo lo que has vivido,
recuperar esos maravillosos instantes del pasado,
sentirlos cómo están vivos y firmes en tu corazón
y releer libros cuyas páginas guardan
el perfume y el tacto de la mujer que fui.




miércoles, 10 de julio de 2013

Reflexiones al alba

Contemplando hoy
el espectacular amanecer en la mar,
cuando el sol se yergue sobre las aguas
y transita victorioso por la línea del horizonte,
descubro cuán pequeña es mi persona,
cuán humilde es mi existencia,
cuán diminutos son mis sueños,
qué liviandad en los instantes felices
y qué especial es mi vida,
-la de todos los seres humanos-
dotada de perfección por la gracia de Dios:
Qué suerte tenemos de formar parte
de esta maravillosa creación divina.




lunes, 1 de julio de 2013

Frente al mar

Comienzo julio en la playa
leyendo la trilogía de Marandetro
(bendito d. Vázquez Figueroa)
mientras el mar se despereza en oleaje furioso.





Es una gozada contemplar cómo se encabrita
por evitar a tantos intrusos que llegamos a incordiarlo.
A mi me parece bien, señor Mediterráneo,
que dispute nuestro derecho a invadirle,
pero mire como el sol no se queja
y sigue tostando nuestras pieles invernales,
acariciando sin pudor cada curva y rincón;
y observe como la arena se esponja
sensual, cálida y dorada
acogiendo con agrado los cuerpos
embadurnados de lociones abrasadoras
y óleos voluptuosos.






Total, un poco de paciencia,
si no es nada mas que un par de meses
de soportar tanto griterío, pisotón y sudor.
Tranquilo, señor mar,
que para septiembre regresaremos
a nuestros lugares
y a la playa volverán el sosiego y la paz.