Esta mañana de domingo en mi playa levantina,
con la descarnada claridad solar,
he contemplado ante el espejo
las arrugas de mi cara.
Estúpido ejercicio
puesto que por más que las he mirado
no se han marchado,
han venido con los años
para quedarse
y forman el mapa de mi tiempo.
Para consolarme de lo que no tiene remedio,
me he echado en brazos de Rubén Darío,
mi lenitivo para lesiones espirituales,
heridas del alma y fractura de sueños.
Es lo que tienen los poetas,
que igual serenan un mal de amores
que ningunean una desilusión
que consiguen que aceptes
el paso del tiempo por tu cuerpo.
“Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!”
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7 comentarios:
Es inevitable que el paso del tiempo no deje huella en el cuerpo.......pero llegados a cierta edad yo digo: "tengo la suficiente edad cómo para permitirme el lujo de tener arrugas, canas, ser más gorda etc." lo importante es cumplir años y llegar cuanto más lejos mejor. Besicos
El paso del tiempo nos arruga por el peso de los recuerdos...
Para no verlo lo mejor es no mirarse al espejo.
Besos
María Teresa: Un físico radiante de juventud, es algo muy bello.
Pero hay rostros que aunque con un montón de arrugas irradian belleza.
Y ahí es donde tenemos que agarrarnos con el paso de los años.
Porque si no es así.....
Abrazos.
La piel envejece y así es como empezamos a recibir las caricias de existir...
Paz
Isaac
Pues qué bien! Es señal de lo mucho que hemos vivido.
Un abrazo.
Verdad tras verdad, y que bien expresada y como llega el sentir¡¡¡
Bravo, besos muchos ♥♥♥
¿Arrugas? ¿Qué importan las arrugas?
Cada una de ellas nos recuerda lo mucho que hemos aprendido, las experiencias que no teníamos cuando nuestra piel era tersa y suave. Ahora sabemos, por ejemplo, que un buen poeta, o un buen poema es alivio y hasta remedio infalible para todas esas que tú dices y para algunas más. Así qué mejor recibir a nuestra madurez con entusiasmo y hasta con agradecimiento.
Besos
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