Tiene Granada un "nosequé"
que embruja, que vicia, que engancha...
Granada seduce con su esencia de inmortalidad:
el perfume de sus calles empedradas,
la llamada orante de sus iglesias,
la fantasía perfumada de los cármenes,
el sabor lujurioso del té y la miel,
el véspero sobre la Alhambra
desde el mirador de San Nicolás,
el café matutino en esa pequeña delicia
que es la cafetería El Tren
y la misa de las 9 en la bellísima Catedral.
Pequeños deleites en la grandiosa historia
y en mitad de ellos, en su discreta capilla
permanece humilde Fray Leopoldo
escuchando peticiones
y concediendo gracias.